martes, 19 de julio de 2016
CHICAGO
5 DE ABRIL 2003
"Chicago" certifica definitivamente, creo que para
bien, la inmensa deuda del cine musical con la
tradición teatral.
Esa deuda se acrecentó, más si cabe,con la progresiva
decadencia del género, comenzando los años 60, cuando
Donen y Minnelli, los nombres que crearon los mejores
musicales PARA el cine (y los más genuinamente
cinematográficos) abandonaron el género en favor de
otros intereses de sus carreras.
Entonces el cine renuncia prácticamente a los
musicales originales, (en los años 90 es una de las
décadas en que más se han hecho, verlo para creerlo),
y se lanzan a las adaptaciones de grandes éxitos de la
escena, que había dado un vuelco
revolucionario,pasando olímpicamente de revistas
musicales e integrando mejor canciones con argumentos,
cada vez más variados e incluso melodramáticos.
Con la adaptación cinematográfica de "West side story"
se abre la veda de lo que yo creo es la clave para
disfrutar CHICAGO, el cine nos trae al cine de nuestro
barrio las obras de teatro que no hemos podido ver los
que no viajamos a Broadway o a Londres, o en su
defecto a los que no queremos oir las canciones
traducidas en las representaciones autóctonas. En los
60 hay incluso cuatro o cinco Oscars a la mejor
película dados a estos musicales (entender el pasado
para entender el presente je,je).
Y es que en los años 70, con el género comatoso, esto
se exagera cada vez más y las películas tienen cada
vez menos lustre cinematográfico, no quizás "Cabaret",
que tiene más prestigio, pero al fin y al cabo su
máximo logro es para mí poder acceder a una
representación de ese musical teatral. Pero hacen "El
violinista en el tejado" dirigida por Norman Jewison y
no me planteo si es buena o mala película, me planteo
que he podido ver representado (más que decentemente)
ESE MUSICAL (experiencia tan interesante y placentera
para un fan del tema).
Por no hablar del colmo de este fenómeno que podríamos
llamar "traiga Broadway a su casa", que a finales de
los 70 el productor Harold Prince dirige con Elizabeth
Taylor la olvidada y despreciada "A little night
music". La película no ha pasado a la historia,desde
luego, pero representa, más que decentemente
insisto,un maravilloso, sublime musical de Stephen
Sondheim, y sólo por eso es una gozada.Me gusta tanto
ese musical basado en "Sonrisas de una noche de
verano" de Bergman que nunca he podido disfrutar de
verdad de la peli original porque siempre he echado de
menos las canciones.Y lo mismo puede decirse de la
despreciada "A chorus line" de Attenborough, nos trae
ese musical a casa, y sólo por eso ya vale la pena.
Siguiendo este camino, "Chicago",siendo una película
tan discutible, es una espectáculo gozoso y
absolutamente recomedable.Porque hay que tenerlo
claro, la peli no renueva, ni inventa nada, adapta
simple y llanamente un clásico de la escena musical de
los años 70. (Por los comentarios despectivos que uno
lee por esos mundos de Dios parece que Chicago sea un
refrito plagista que se les acaba de ocurrir a los
ejecutivos de Hollywood, no señores y señoras, Chicago
ya existia hace casi 30 años!!!)
Si uno va con ojos de cinéfilo puede asustarse y hasta
mosquearse bastante. El primer número "All that jazz"
está montado en paralelo de forma horrorosa,no se ve
nada, aunque el record de horror del género siga en
manos del infame "Let´s face the music and dance" de
"Trabajos de amor perdidos",je,je. La cosa se
tranquiliza y mejora mucho después, pero globalmente
la realización de Rob Marshall es muy decepcionante,
pobretona, atropellada, lamentable, escupiendo planos
sin ton ni son. Hombre, es injusto porque si lo llega
a hacer bien lo hubieran acribillado con acusaciones
de haber sido "teatral" (imposible mayor chorrada), y
Marshall ha intentado ser "cinematográfico", el
problema es que este hombre de teatro no entiende muy
bien lo que es el cine. Donen y Minnelli no es que
fueran geniales es que con ellos las cosas se veian
bien,o al menos mejor que aquí.
Pero si uno se abstrae de la poca película que es
"Chicago", el espectáculo, ahhhhhh!, el espectáculo es
otra cosa. Las magníficas canciones de los autores de
Cabaret te arrastran,te hacen vibrar, los pies no se
quedan quietos, la euforia se dispara, los números
ilustran estupendamente la historia, con la que están
perfectamente integrados. Teatralmente es soberbia, el
juego entre realidad y ficción funciona de maravilla.
El reparto está adecuadísimo, y el Oscar a la mejor
película (o mejor dicho, a la mejor producción) no me
disgusta en absoluto. Que en Hollywood premien la
jugada,please, insisto en mi deseo previo a ver la
película, que se siga vampirizando la extasiante
tradición teatral de Broadway. Hay tan buenas obras,
como esta "Chicago" (que aún no conocía), que incluso
siendo llevadas a la gramática cinematográfica de
forma tan vulgar como lo hace este tal Marshall,no se
nota nada el despropósito, dan lugar a que uno salga
del cine contentísimo, con la sensación de haberlo
pasado en grande.Si Marshall lo hubiera hecho
mínimamente bien estaríamos hablando de una de las
obras maestras absolutas del género. Simplemente se ha
limitado a rentabilizar un estupendo material de
partida al que ha brindado su innegable talento para
la escena.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario