viernes, 8 de mayo de 2015

SUAVE ES LA NOCHE+FUERZA MAYOR

Antes de apagarse las luces...

SUAVE ES LA NOCHE

No tengo ninguna pega que ponerle a "El gran Gatsby" pero esta última novela de Francis Scott Fitzgerald, que acabó nueve años más tarde, en 1934, en medio de conocidísimos problemas personales (esquizofrenia de Zelda, alcoholismo, falta de dinero), me ha gustado muchísimo más.

Contada en tres partes centradas en tres personajes diferentes, está en otra onda diferente a un mecano tan fascinante como "Manhattan transfer", a una audacia como "El ruido y la furia" o a los ambientes de una Carson McCullers, por compararla con otros ejemplos contemporáneos suyos que he leído en los últimos meses. Pero siendo aparentemente más clásica, extrae también una gran modernidad y frescura (y riqueza) en cómo cambia el foco de personaje y en cómo altera la cronología. Qué poco apetecible me resulta pensar en leer la versión lineal que circuló durante años.

Ascenso y caída de un amor y de una época, bella agonía casi a ritmo de jazz.


Una novela absolutamente inolvidable.





Apaguemos las luces...



FUERZA MAYOR

Como siempre voy a las salas a ver películas de directores consagrados, me parecía que no era mala cosa de tanto en tanto probar otros platos y me fui a ver esta película de Ruben Östlund.

De brillante y fortificado guión, de imágenes de una gelidez perturbadora. Sin embargo no me acaba de gustar, quizás porque advierto en ella el contagio no de un virus, como dicen algunos amigos, sino de enfermedades bastante más letales. Y es que uno no es muy amigo de austriacos y griegos.

"Fuerza mayor" es una película que provoca un agobio y una claustrofobia excesivas. Y no, como decíamos hace una semana de Pialat, porque sea o deje de ser optimista, si pretendiera lanzar algún tipo de mensaje optimista sería ridícula. El problema es que sacude y satiriza con tanta fuerza a los personajes, que lo único que acaba haciendo es colocar un pañuelo ensangrentado como señuelo para animar al espectador a morder.

La frialdad expositiva y el guión de acero no son más que malos medios para animar a cualquier hijo de vecino a hacer sus despiadados juicios de valor sobre conductas, a veces dolorosas, a veces irritantes, siempre criticables, pero casi siempre perfectamente comprensibles desde el primer minuto.

Tanto quejarse de la excesiva prensa y excesiva influencia del cine de Bergman sobre el cine sueco para al final no haber entendido su principal lección. Las esquirlas de luz que iluminan el dolor, que no conclusiones edificantes ni reconfortantes, Las esquirlas de luz, que lejos de ser optimistas o pesimistas son reales y emocionantes como la vida misma.

El cinismo, la ironía, la crueldad a full time, incluso las conclusiones demasiado cerradas o legibles, son tretas demasiado fáciles y desagradecidas si lo que se quiere son espacios o puntos muertos para pensar por ti mismo.

No me ha gustado, pero no me ha provocado las indiferencias de las películas simpáticas de la temporada, que es lo que me parece verdaderamente imperdonable.





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