domingo, 22 de diciembre de 2019

SALOMÉ de Richard Strauss

"Con una excusa profesional emprendió Adrián, a lugar relativamente lejano, un viaje que no tenía otro objeto que ir a su encuentro. Estaba anunciado para entonces, mayo de 1906, el estreno en Austria, en la ciudad de Graz y bajo la dirección del propio compositor, de la ópera Salomé, a cuya primera audición mundial, en Dresde, había tenido ya ocasión de asistir en compañía de Kretzschmar. No cuadraba Salomé, obra a la vez revolucionaria y felizmente lograda, con sus concepciones estéticas. Pero le interesaba desde el punto de vista técnico musical y, muy especialmente, como ropaje lírico y sonoro de una obra en prosa [...]Adrián volvió a Leipzig y expresó allí jocosamente su admiración por la ópera que pretendía haber vuelto, y quizás había vuelto, a oír. Creo estar escuchándole todavía cuando hablaba de su autor. «¡Qué tipo, y qué dones extraordinarios! Revolucionario y bien educado, desvergonzado) y conciliador. Novedades y disonancias a manos llenas —y en seguida la discreta vuelta al redil para calmar las aprensiones de los asustadizos y darles a entender que la cosa no era tan grave como temían… Pero el acierto es indiscutible…»."

Así se cita en esa maravillosa Biblia de la Música que es el Doktor Fautus de Thomas Mann a la Salomé de Richard Strauss, cuyo estreno fue una revolución, envuelto entre censuras, presiones, estrenos postergados y más de cincuenta teatros en pocos años representando, con un éxito económico tremendo para Richard Strauss que le permitió comprarse una casa.

En 1905 la ópera entraba en el siglo XX con este bellezón disonante de estructura dramática perfecta con libreto del propio compositor sobre una obra de Oscar Wilde.

Sexo y sangre que provocó el horror que yo he visto y escuchado en representación del Metropolitan con la finlandesa Karita Mattila rompiendo límites en el papel protagonista. Conocida por la danza de los siete velos pero realmente estratosférica en la declaración de amor a la cabeza del Bautista.

Había que dar el gran salto, no se puede ser siempre Mozart, Wagner cogió carrerilla y Strauss voló...

Y si este blog tenía que encontrar tiempo para volver a la ópera había que volver por todo lo alto.




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