Me gusta eso de pasar de la eficacia narrativa de Phil Karlson a saltarse todo un espectro cinematográfico que nos lleve ante una obra de estas características, una de esas insólitas películas-experiencia que el cine francés domina tan bien, como "La maman et la putain" de Eustache, la aún mejor "L'amour fou" de Rivette y esta insólita e indomable obra maestra que no puede medirse en términos de eficacia o solidez narrativa.
Porque da bastante igual lo irregular, imperfecta o vacilante que pueda considerarse narrativamente, puedes cerrar los ojos uno o varios momentos, puedes bostezar a ratos, puedes reírte o asombrarte de la belleza del paisaje. Puedes recrearte en la ociosidad del momento, trabajar en la casa de las chicas, hacer tropecientas actividades o sentir que se te abre el apetito, sentirte feliz por la desconexión de todo, y es que todo lo que te pase viendo la película de Jacques Rozier es lo que te pasaría si te fueras de verdad con estas tres chicas a la playa a principios de un más que fresquito septiembre.
O sea que no me sean remolones y cojan sus maletas, algún jersey de manga larga y un bañador y sumérjanse en lo que también es la magia del cine, una película que requiere quizás su momento, pero que es otro paradigma de cómo vivir segundas, terceras y cuartas vidas en la más gozosa y colorista de las compañías.
Una de mis películas preferidas, no dejas de emocionarte con ese ingenuo entrañable que es Gilbert, con ellas gritando por todo, riéndose, desayunando gofres, navegando, con esa ligereza que lo envuelve todo pero que deja poso una vez vista... Es una película muy especial.
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