jueves, 15 de febrero de 2018

LA DONNA DEL LAGO de Gioachino Rossini

Rara es la ópera que ha pervivido en el repertorio que resulta nefasta o carente de interés. Eso es algo, entre otras muchas cosas, que hace atractivo el mundo de la ópera. Muchas dejaron de representarse durante mucho tiempo pero la criba ha sido muy notable.

Esta sección de ópera de "El amor después de mediodía" aún dentro de lo confortable de la criba tiene sus preferencias y ha tirado siempre mucho más hacia Wagner o Mozart que hacia Rossini o Donizetti. No pasa nada, en nuestras diez óperas anuales, que a partir de este año serán doce, cabrán todos.

"La donna del lago" es la séptima de las nueve óperas compuestas por Rossini para los teatros reales de Nápoles. Basada en un poema de Walter Scott, autor que inspiraría mucha ópera, ninguna tan célebre como Lucia de Donizetti, narra una historia de amor de una mujer pretendida por tres hombres (su favorito curiosamente tiene una voz femenina de contralto), todo enmarcado en las guerras en el siglo XVI entre la realeza escocesa y los highlanders en la Escocia mítica imaginada en el XIX.

Se aproxima a las tres horas y no es Rossini de los compositores que uno prefiere pero acabas instalándote cómodamente en ella y en su rocoso y brumoso montaje que Werner Herzog dirigió en 1992 para alla Scala de Milan, con Riccardo Muti, ahora en retirada, al mando de la orquesta.


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