Hay más de 400 km entre Koker y la aldea kurda Siah Darreh en la que transcurre "El viento nos llevará" (Abbas Kiarostami, 1999) pero parecería que habitamos el mismo lugar contemplando los balcones floridos y los zigzag del paisaje. Abbas Kiarostami atraviesa el país desde Teheran para llegar a un lugar donde la muerte aguarda pacientemente y la falta de cobertura del móvil lleva a una situación ridícula.
Constancia y ocultación. Cuando un personaje de Kiarostami sube un risco lo sube de verdad y tú lo vas a ver. Se nos pide mirar y acompañarlos en el camino. Vivirlo. Aunque el camino también esté lleno de fueras de campo, de personajes que no se ven nunca o de un protagonista confundido con el director que habla, pregunta, conversa desde el coche.
Al final el paisajismo es un humanismo parafraseando a aquél. La vida sí, es una espera paciente de la muerte en medio de otras esperas grotescas y sin sentido pero no tenemos noticia de que haya nada más hermoso. El cementerio podría llevarnos a Shakespeare o a John Ford, artistas en la estela y con la grandeza del iraní, pero la homenajeada es la poetisa Forough Farrokhzad, que la cinefilia conocerá por la película "La maison est noir", una película inscrita en la Historia del Cine de la que el legado de Kiarostami no le resulta nada ajeno a su vitalismo y dignidad
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