domingo, 3 de febrero de 2013

DÍAS DEL CIELO+EL ESPEJO

Fin de semana sin acceso a internet. Fin de semana muy divertido. Muy aventurado usar el "y" o el "pero" entre las dos frases, pero en los escasos momentos en los que he pensado en este diabólico y adictivo cachivache se me ha ocurrido hacer cuando sea posible programas doble como entradas. No necesariamente de películas que tengan algo que ver entre sí. Y se me ha ocurrido revisar mucho más, porque al fin y al cabo para mí las películas son como canciones y no tiene sentido que las escuche tan poco una segunda vez. Vamos con las dos películas, entre las que no voy a trazar paralelismos gratuitos, como suelen hacer a veces en los telediarios entre las óperas y las películas de Haneke.

DÍAS DEL CIELO

A día de hoy Terrence Malick lleva cornamenta y fríe a sus víctimas en humeantes calderas en el infierno, pero hubo un tiempo en el que era venerado, con bastante justicia a mi juicio. 

Su segunda película demuestra que el interés o fuerza de una historia no necesariamente son los que fundamentan una película, que ni mucho menos es el guión lo más importante. Lo que cuenta es tópico y mil veces visto y el guión no es nada del otro jueves.

En cambio la película es bellísima. Por la consabida y justamente mítica fotografía de Nestor Almendros (qué olvidado en un país tan dado a patrioterismos paletos), por el vestuario de Patricia Norris, la dirección artística de Jack Fisk, la belleza agreste de Brooke Adams y el escuálido Sam Sephard y por el montaje con una envolvente cadencia pausada y musical, que ya remitía al mejor romanticismo europeo 25 años antes de "El nuevo mundo".

La película es deslumbrante sin peros, y hasta Morricone se bate con fortuna e inspiración ante Saint-Saëns.








EL ESPEJO

Mucho tiempo sin encontrarme con el fabuloso mundo de Andrei Tarkovski. Un cineasta genial que me recuerda poderosamente, sin recordármelo a John Ford. Y no es "El espejo" una excepción.

Una película que va ganando en poder de fascinación con los años, sin parar. Una poesía semi-documental sobre los recuerdos, sobre la figura de la madre, quebrándose el espacio y el tiempo con una magia prodigiosa, componiendo imágenes y sonidos absorbentes y grabados a fuego.

Demasiado tiempo alejado de este cine, que de estrenarse ahora abochornaría en libertad e inspiración visual a muchas de las obras que pasan por epicentro de la polémica cinéfila. Más Tarkovski necesita este blog, y más Ford, que por cierto anda algo abandonado, también para bochorno mío.








4 comentarios:

  1. "Zerkalo" era mi cuarto Tarkovskíi favorito (tras "Soliaris", "Ivanovo destvo" y "Andrei Rublev") hasta que la revisé hace unos meses y se me cayó bastante.
    Por cierto que vale la pena buscar la primera versión de la novela de S. Lem, rodada para la TV rusa, de Boris Nirenburg y Lidiya Ishimbayeva unos tres años antes que la de Tarkovskíi. Es en blanco y negro y recuerda vagamente a los Cottafavi de esos años, pero queda muy por debajo de la obra maestra de A. T.

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  2. Llegué a encontrarla colgada en youtube hace un tiempo, no sabía de su existencia. Sigue allí escribiendo Solaris Nirenburg en el buscador. "Solaris" es también mi película favorita suya.

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  3. Suscribo cada palabra de 'Días del cielo', posee una magia arrebatadora. De todas maneras, cabe decir que soy de los que aún creen que Malick es de los directores que más merecen la pena en la actualidad y 'El arbol de la vida' no hizo más que confirmarlo.
    Por cierto, siempre me ha parecido curioso el parecido físico entre los protagonistas de las películas de Malick: Linda Manz aquí, Jim Caviezel en ‘La delgada línea roja’ o Hunter McCracken en ‘El arbol de la vida’. Su ideal de pureza e inocencia hecho rostro.

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  4. Vuelvo a sus películas y me aguantan muy bien, me siguen gustando. "El árbol de la vida" me gustó algo menos pero no me parece de otro director diferente, como parece desprenderse de algunas crónicas. Es Malick en estado puro. Del trailer de "To the wonder" puede desprenderse lo peor, pero también está lo más emocionante, lo más emocionante de la forma más epidérmica. Me pone la piel de gallina.

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