lunes, 27 de agosto de 2018

KEKZSZAKÁLLÚ



Es difícil escribir algo sobre "Kékzszakállú" (2016) y que no suene a prevención y que no suene a invitación indirecta a huir de ella. Es cierto que es un cine escasa o nulamente narrativo del que normalmente no me ocupo (quizás en otra vida) y que exige unas condiciones de frescura y descanso mental en las que casi nunca me encuentro. No porque sea exigente o difícil sino que al no basarse en una narración en el sentido más convencional de la palabra te pide que abras otros poros que no sean ésos que normalmente estás acostumbrado a abrir. No sé si es una isla en mi aventura cinéfila, seguramente, o el inicio de una nueva inquietud (esta hipótesis me parece menos realista) pero he disfrutado y me ha gustado mucho esta película. Una gozada donde lo pictórico, en su mejor versión en cuanto a colores y delicadas composiciones, se sucede con un excelente timbre musical en su montaje, y no porque suene Bartok. Una obra excelente sobre el paso de las estaciones y las etapas de la vida. Un bellezón de película apto para todos los paladares (faltaría) pero quizás no para todas las necesidades.




3 comentarios:

  1. Pues me alegro, porque es una película que he defendido bastante y que me produjo un primer cuarto de hora absolutamente delicioso sin saber hacia dónde va a dirigirse el relato, que termina dirigiéndose muy bien. El 5 de septiembre, coincidiendo con su premiere en Venecia, publicare mi comentario sobre su última aventura, mucho más críptica y elíptica que esta, una semblanza muy personal sobre un amigo muerto, Hans Horth, el director de la Viennale a través de un recorrido por una ciudad que no me gusta nada, Viena. Te recomiendo igualmente su primer largo, Papirosen, un retrato familiar con mucho súper 8 y sobre la identidad del judaísmo exiliado

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  2. Más críptica y más elíptica, y lo decimos así, como quien no quiere la cosa.

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