lunes, 20 de febrero de 2023

COMO UN TORRENTE

12 años de blog...



Se emitió el 30 de noviembre de 1992 en un ciclo dedicado a Vincente Minnellí, allí la vi, no sé muy bien lo que debí pensar, imagino que me gustó a la manera gruesa del "gran clásico" y no me había vuelto a topar con ella desde entonces. Luego leí sobre ella en la monografía de la editorial Cátedra de Augusto M.Torres sobre el director publicada en 1995. Es verdad que en todos estos años, tras ese ciclo y esa monografía que leí con verdadero cariño porque alberga cosas que
me gustan mucho en los textos de cine, salvo mi desmedida mitomanía a favor de "Dos semanas en otra ciudad", he dejado un poco de lado al director.

"Como un torrente" (Some came running, 1958) me ha producido en principio una opinión algo desfavorable. Me parecía un novelón rígido y plomizo al empezar a verla por la noche pero si los ligues pueden empeorar al despertar por la mañana, lo contrario puede pasar con las películas.
He empezado a pensar en Welles y en lo que detestaba a Minnelli, seguramente por ese ramalazo de decorador por el que Mitchell Leisen eran también sentenciado. Me he empezado a fijar en los decorados de los diferentes sets en los que los personajes se visitan y cómo los define (qué biblioteca). Diría que buena parte de la estructura dramática de la película son visitas. Y de los decorados he saltado y empezado a embelesarme con los movimientos de cámara, los planos secuencia y de ahí a esa historia de apariencias en una pequeña comunidad, de capas sociales, de méritos y cultura del esfuerzo que no lo es tanto (cinceladísimo el hermano que interpreta Arthur Kennedy), de suerte, de amistad, de tragedia y de un amor extraño, insólito y auténtico.
Magistral scope, magistral color, y los mejores Frank Sinatra, Dean Martin con sombrero, Shirley Mclaine excelsa y hasta la fría Martha Hyer creo que da el tipo en escenones como la seducción tras la lectura de la novela.
Rojo Minnelli.

1 comentario:

  1. Minnelli tal vez por su naturaleza de artista culto y refinado, cuando afrontaba un melodrama lo hacía con -digamos- ciertos miramientos, no se entregaba a tumba abierta como lo hicieron, por ejemplo, Clarence Brown, John M. Stahl, Douglas Sirk o Henry King. Ellos, desde ópticas diferentes, no obstante “vivían” sus historias, creían en lo que contaban y lo hacían de manera muy directa e intensa; por el contrario, Minnelli ante el mélo guardaba cierta distancia lo que propiciaba un estilo más contenido (incluso en su ejemplar adaptación de MADAME BOVARY). En consecuencia, lo anteriormente expuesto es aplicable a COMO UN TORRENTE, para mí una de sus obras mayores.
    Despojando de polvo y paja el novelón (por su número de páginas) de James Jones, el realizador consiguió uno de sus mejores melodramas. Si ya conocéis la película que comento, imaginaos esa misma historia contada por un entregado Sirk; es fácil imaginar que el “desmelene” hubiera sido total y también apasionante, qué duda cabe, aunque no sé si adecuado para el contexto sobre el que se desarrolla la trama. El clima opresivo de esa pequeña ciudad del middle west viene a representar una sociedad muy cuidadosa con las apariencias y definida por un modelo de familia conservador que esconde sus miserias -todo lo inconfesable- bajo un lacado de buenas maneras, ese educado formalismo hipocritón inherente a una reciente prosperidad económica (la acción transcurre en 1948).
    Perfecto en todos sus apartados, con unos personajes inolvidables, dibujados con delicadeza de trazo y riqueza de matices, el film sostiene en su desarrollo una gradación de acontecimientos en calculado crescendo, hasta desembocar en la portentosa secuencia nocturna en la feria, penúltima en el film. Un climax de nueve minutos durante el que Minnelli exhibe de nuevo su extraordinario talento para el musical (una concepción de puesta en escena aplicada en este caso a una dramática conjunción de órbitas de los personajes que conforman la historia) ofreciéndonos un prodigioso, virtuosista, dramático ballet virado sobre una gama casi infinita de rojos con las enloquecidas carreras del celoso Raymond (Steve Peck) buscando a su chica, Bama (Dean Martin) persiguiéndole a él mientras Dave (Sinatra) ha encontrado la redención con Ginnie (maravillosa Shirley MacLaine en uno de sus personajes más hermosos) y ambos pasean entre la gente describiendo una órbita hasta que finalmente la elipse se cierra.
    En la breve escena final, esa coda con la que concluye la película, existe un momento sublime, es de esos instantes de gran intensidad que pocas películas contienen y que consiguen que la recordemos para siempre con un nudo de emoción. Me refiero naturalmente al momento en que Bama se quita el sombrero ante la tumba de Ginnie. Memorable.

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