Se abre el telón (y no es un chiste) un 31 de marzo de 1943. Un vaquero canta "Oh, what a beautiful morning" y la historia del musical cambia. Richard Rodgers obtuvo los derechos de "Green gow the lilacs" una obra de 1931 sin gran éxito pero a su colaborador Lorenz Hart no le interesaba esa historia de vaqueros cursis, prefería historias modernas donde desarrollar el ingenio de sus letras.
Se unen pues por primera vez músico y letrista bajo la dirección de Rouben Mamoulian, que había dirigido "Porgy and Bess", que creo que tampoco puede ignorarse por completo hablando de esto.
Agnes de Mille, la sobrina de Cecil, era la coreógrafa, artífice del "Dream ballet" con que se cierra el primer acto, del que tuvieron que tomar buena nota "Las zapatillas rojas", aunque el estreno londinense de esta obra es justito antes, o "Un americano en París".
El productor Michael Todd se retiró tras el primer acto en los preestrenos diciendo "sin chicas, sin chistes, sin posibilidad", lo que retrata a la perfección el estado del teatro musical en ese momento y lo que supuso "Oklahoma!".
Contra todo pronóstico la obra fue un éxito arrollador, batiendo records de permanencia en el Theatre Guild, siendo el primer gran musical de Broadway de postguerra que llegó al West End (1947) y suponiendo la primera de las colaboraciones de esta pareja legendaria.
A mi nunca me ha gustado mucho el estilo de Rodgers y Hammerstein II y las películas que se han hecho sobre sus obras me parecen en líneas generales un tanto plomizas y difíciles de ver, "The sound of music" de Wise me parece de largo la mejor.
Fred Zinnemann no es que haga un mal trabajo pero creo que le cuesta hacer volar esta película por encima del interés intrínseco del material y la calidad de los técnicos y reparto con el que cuenta, reparto que tampoco es nada del otro mundo (Gloria Grahamme ha estado mejor, Shirley Jones es una joven pizpireta intercambiable por cientos de jóvenes pizpiretas, Gordon MacRae me parece un cachocarne y solo Rod Steiger consigue dar verdadero miedo).
También creo que la obra tiene sus limitaciones, que todo el primer acto es bastante insustancial y que ese mundo de bailes y pastelitos de grosella acaba cansando.
El dream ballet, que Zinnemann consigue que sea la mejor secuencia de la película, con toda la deuda que arrastre del teatro, marca un punto de inflexión y el segundo acto es más emocionante, con la aterradora secuencia de la subasta, llena de una enorme tensión que debió aprender Fred de "High noon" pero rápidamente nos precipitamos a un final con un suspense y dramatismo mínimos y un desenlace no ya previsible sino desprovisto de cualquier magia o majestuosidad. Zinnemann, sin embargo, creo que siempre hace lo que puede con lo que hay, con lo que tiene entre manos.
La película, siendo un alarde de profesionalidad muy notable, no se cuenta para mi entre lo más granado del cine USA de los 50, ni de lejos. Sinceramente ojalá la hubiese pillado Mamoulian. Sin embargo, si los ojos de 1955 no nos sirven, sí que creo que es muy bonito verla con los ojos de 1943.
De repente ya no hay galanes, champgane ni coristas, ni canciones que no vienen a cuento. De repente hay un trabajo serio y riguroso en el que la música se integra perfectamente con la acción dramática resultando inseparable de ella. Las canciones narran la película como si esto fuera una suerte de ópera o drama musical.
"Oklahoma!" no fue la primera pero fue un arranque de genio, un deseo de cambiar y de marcar la diferencia. La podrían haber grabado para la posteridad pero no sería lo mismo. Hicieron una película y creo que la película es un valiosísimo patrimonio histórico y cultural para entender y disfrutar mejor de la historia del teatro y de la música, y de las fascinantes (y adictivas) relaciones que ambas artes han mantenido.
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