sábado, 22 de junio de 2013

EL ÁNGEL EXTERMINADOR


Hace muchos años la admiración que sentíamos algunos por la etapa mexicana de Luis Buñuel abanderaba en cierto modo también un rechazo o fuerte incomprensión a las películas francesas que vendrían después. No es que sobrevaloráramos esa etapa, es que representaba una especie de ejemplaridad sobre lo que nos gustaba de Buñuel y cómo queríamos que fueran sus películas, algo unido a la admiración excesiva que se siente por la narrativa fortificada de acero inoxidable.

"El ángel exterminador" era una especie de película bisagra, algo así como ese momento en que se empiezan a estropear las cosas y acto seguido vienen los franceses y sobre todo los odiosos Silberman y Carrière para desorientar completamente a nuestro genio.

Mucho más cercano ahora al humor y a la pulsión cinematográfica de esas obras, para mí hermanadísimo todo Buñuel con Hitchcock, brilla ahora "El ángel exterminador" especialmente en el contexto de 1962.

Más allá del ojo burlón y crítico que desmonta los valores civilizatorios de la burguesía cuando ésta se encuentra sin sus necesidades básicas, más allá del genial gamberro que desmonta a Poderosos, Artistas, Iglesia y Estado policial, y más allá de los niveles de lectura llenos de potente pero algo evidente contenido, quería destacar cómo se inscribe poderosamente "El ángel exterminador" en el cine de su tiempo.

Unas películas donde la arquitectura, los cuerpos y el misterio del espacio y del tiempo llevan la voz cantante. Buñuel, con y sin intención, filma una pieza que tiene mucho que ver con "El año pasado en Marienbad", con el cine que está haciendo Antonioni y hasta si se me apura anticipándose a "Gertrud". "El ángel exterminador" además de una película divertidísima es de una elegancia cegadora, de una intuición cinematográfica de primera categoría (el portazo que se oye en la primera secuencia es de una vivaz inteligencia narrativa) y es en definitiva de una seductora claridad, desnuda de todo artificio pero profundamente hipnotizante. Esos poetas del misterio latente en nuestras arquitecuras vitales modernas y en los seres fantasmales que las poblamos fueron los grandes revolucionarios del cine de ese tiempo. ¡Ni los raccords del gran Godard!, ¡ni de lejos!.









2 comentarios:

  1. Me gusta esta película, aunque leía sobre ella y hablaban mil cosas y vista me pareció sencilla (entre comillas) aunque circular y con preguntas que se quedan en el aire, pero finalmente te brinda la oportunidad de interpretación, es dentro de su particularidad, clara.

    En particular no soy muy dado a coger la comedia, o la ironía, creo que se me pasa muchas veces, y creo que en efecto como escribes, esta se burla mucho de la sociedad, Mexicana supongo o quizá va más allá y es la aristocracia en general con todo lo que se une a ella, la iglesia, el estado, etc.

    No es la quinta esencia tampoco pero es una estupenda película, me gusta y la suelo recomendar cuando alguien quiere ver algo de autor, algo original pero capaz de evocarnos muchas ideas y ser transparente en buena medida. Aparte de que el nombre pesa. Y se justifica.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. El humor a veces va por barrios, incluso dentro de la propia España hay diferencias no ya por regiones, por clases sociales, formación, distintas sensibilidades, etc etc. No sé si has leído el rumor que corre, cuando los censores de la dictadura de Franco prohibieron "Viridiana" y la vió Franco dicen que exclamó "pero si sólo son un montón de chistes baturros" (baturros son aragoneses, de la tierra de Buñuel).

    Un saludo

    ResponderEliminar