Un estreno pluscuamperfecto para el 1 de enero, día en el que se debería renovar siempre la cartelera. Me he acordado de que llevo toda la vida en el cine viendo las películas de los Coen, una de las trayectorias más variopintas, inevitablemente irregulares y la vez constantes en el cine americano más comercial de los últimos treinta años, los que llevan en escena. Me he acordado de proyectos más personales como "A serious man", que aunque no me causó especial impacto me acuerdo de ella, de obras aparentemente más de compromiso como "Crueldad intolerable" o el remake "The ladykillers". Nadie tiene ese excelente hacer incluso con esas obras por las que uno no habría apostado gran cosa y que de caer en manos de cualquier otro habrían acabado condenadas a la rutina y a la grisura más absoluta. Diría que las he visto todas y probablemente la sesión más memorable fuese la de "No country for old men", que llegó a causarme un pavor similar al de "Psicosis".
"Inside Llewyn Davis" es una película de ficción entorno a un imaginado músico folk de principios de los 60, parcialmente inspirado en Dave Van Ronk, que merodea Greenwich Village de sofá en sofá de conocidos en busca no sé si del éxito o de consumar el más rabioso y acuciante hoy.
La película escamotea el cansino documento musical de una época (que podría ser fascinante para quien le interesara, claro), tanto como escamotea el retrato de reconstrucción y toma de conciencia del camino recto del personaje, se ahorra todo moralismo o conclusión aleccionadora y reconfortante, y podría haber salido por ahí en un par de escenas, pero seguramente les ha dado mucha pereza escribir eso.
No tengo ninguna pega que ponerle, avanza con buen pulso y entra como un triple de baloncesto limpio, al compás de su música, entra bella, entretenida, tranquila, y al compás de su luz, adecuada, adecuadísima para un 1 de enero. Hasta la sosa cargante de Carey Mulligan encaja perfectísimamente en la película.
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