domingo, 1 de marzo de 2015

CARAVANA DE PAZ

De entre los dejes que todavía pueden hacer sonreir de la crítica de cine, de los que podría escribirse un libro, está la consideración de película "sobrevalorada", que implica que hay una especie de error de percepción generalizada que a ti no te afecta, tú sí que sabes ver que esa película no vale tanto.

En el lado contrario existen también las repetidas revisiones culpables, hasta que finalmente adviertas lo que se supone que deberías advertir.

Por tanto no es fácil decirlo de forma suficientemente humilde pero sin medias tintas. "Caravana de paz" nunca me hizo gracia y años después sigue sin hacérmela. Me deja frío, indiferente, me aburre incluso solemnemente.

Algo advierto de su insólita estructura de musical, de la pureza y sencillez que entusiasmaba al propio Ford. Normalmente suelo tener problemas con las películas propias que más gustaban al maestro. No soy muy fan de ésta ni recuerdo serlo del sol que brilla en Kentucky ni de ninguno de esos films en apariencia pequeños de los que tan bien hablaba el tuerto.

¿Por qué traerla aquí entonces?. Bueno, pues porque mis percepciones, con las que nada puedo hacer quizás no sean lo que más importa o interese a quien pueda leerme, con quien lo que más suelo compartir es la devoción hacia el cine de Ford y no la devoción hacia mi propia opinión. Quizás la película del blog de esta semana sirva para refrescarle en la memoria a algún fordiano uno de los títulos cada vez más reverenciados, queridos y respetados del director. De ninguneado a pequeña obra de culto.

Por mi parte quizás sea mi segunda y última vez, pues si no hallo alguna especie de pista reveladora o artículo de  magia trascendental e influyente, las revisiones que pide el paso del tiempo y el cambio natural de las percepciones, por mi parte las siento como agotadas para siempre. Ya no me dice la intuición que en unos años vaya a encontrar o a saber encontrar nada más en esta película.










6 comentarios:

  1. Me sorprende que un Ford (¡y en concreto éste!) no te de pie a decir nada de él, ni siquiera a censurar sus posibles fallos o limitaciones (sería interesante saber qué errores le achacas a fin de discutir sobre ellos). Más aún me sorprende que, tras verla dos veces, afirmes que la das por tan vista y agotada como para no volver a ella nunca más.

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  2. ¡A mi también!, y lo digo sin amago de ironía ninguno. Por comentar, quizás existía en el clasicismo un umbral de sencillez y de depuración al que los espectadores criados con las nuevas olas y nuevos cines y todo lo "pretencioso" y "grandilocuente" que ha llegado después no podemos llegar. Como si hiciera falta un punto de artificiosidad o rebuscamiento, ni que sea cromático, para poder digerir positiva o negativamente una película. Como esos silbatos que emiten infrasonidos que sólo algunos seres vivos pueden escuchar permaneciendo inaudibles para otros. De todos modos, como repito cada vez más, por suerte, el destino crítico de "Wagon master" ni de lejos depende de mí. Y mucho peor, muchísimo peor, va a ser cuando en el mes de abril salga escrito lo que pienso de "Winter sleep" tras una segunda vez.

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  3. Sergio, si respondes mejor al artificio, te diré que "Wagon master" es, sí, el colmo de la sencillez y de la depuración... conseguidas una vez borradas la elaborada "carpintería" y las complejidades técnicas y narrativas, de modo que tras este doble artificio (muy valiente: buena parte de los entendidos no lo percibirán -pero la mayoría de los espectadores, y eso es lo que cuenta para Ford, sí sentirán sus efectos-) el resultado parezca casual y simple. Escena por escena podríamos ir viendo las elipsis y las digresiones, las rimas y las contraposiciones, lo "no dicho" y lo "medio dicho", los cambios de ritmo o de tono, los hallazgos visuales y dramáticos, la originalidad de la dirección de actores, la genialidad del humor y de los diálogos... aunque no tendría mucho sentido si uno, antes de nada, no reacciona ante la riqueza y la humanidad de los muchos personajes (una película sin protagonistas y sin estrellas, algo en las antípodas de lo conveniente en Hollywood y contra lo que, siempre que pudo y en el grado que pudo, luchó Ford), ante la belleza de cada encuadre, ante el ingenio con que Ford resuelve cada escena y cada momento (cuando la inmensa mayoría o son cotidianos o han sido vistos en la pantalla ya muchas veces) o si uno no se "trastorna" o se duele o se compadece o se alegra de las cuitas, de los dilemas, de las dichas y de las desdichas de estos seres.
    No sé, quizás mi respuesta ha sido demasiado teórica. Si quieres, podemos tomar una escena cualquiera (la que tú digas) y empezar a sacar sus riquezas.

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  4. Agradezco la respuesta, y no lo digo por cortesía.No dudo que todo eso está y mucho me he cuidado de decir que Ford se equivoque en nada, lo hubiera explicado.Simplemente uno ha de aprender a dejar de sentenciar y explicar humildemente qué le pasa con cada película.Y aquí si no se encuentra respuesta en mi texto es porque no la hay.No encuentro nada en ella que no me tengan que explicar.Pero fíjate que nunca pongo aquí notas, estrellas ni nada por el estilo.Gracias por la respuesta y por la paciencia de completar los agujeros negros de mi entrada

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  5. Los gustos son personales y sólo debemos responder de ellos ante nosotros mismos. Dicho esto, recuerdo una cosa que le escuché a Paulino Viota en un curso: para aumentar nuestro conocimiento del cine (o de cualquier otra actividad) hay que insistir; volver precisamente sobre esas obras que otra gente valora mucho y que no encajan en nuestro gusto, y tratar de analizarlas hasta comprender el porqué de esa valoración (que luego podremos compartir, o no).
    Creo que la recompensa de Wagon master, para un admirador de la obra de John Ford, merece la pena. Rodrigo lo ha explicado muy bien, y no tengo nada que añadir a su análisis.
    Un saludo,

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  6. Y al margen de lo de los gustos personales, no hay nada más empobrecedor que la suficiencia con la que se habla de obras sobrevaloradas. Intentar entender lo que hay allí es necesario se comparta o no, aunque hay que guardar inevitablemente el equilibrio con que ni la vida ni el tiempo son ilimitados. Puede uno golpear incansablemente a la misma puerta o pasar de largo respetuosamente haciendo una grácil reverencia. Yo agradezco una vez más las explicaciones de Rodrigo. Creo firmemente que los comentarios en este blog (casi) siempre han rellenado los inevitables y a veces deliberados boquetes o agujeritos de las conscientemente escuetas entradas.

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