Más que por las típicas quejas de lector, me ha parecido una película increíblemente esquelética, con 83 minutos que no es que no capten el espíritu de la obra, ni sus infinitos meandros, virtudes y potencialidades, es que se nota incluso una cierta desgana y un desaprovechamiento casi negligente que ni si quiera denoto en una película descubierta este verano, a priori mucho más complicada, el "Ulysses" de Joseph Strick, de la que ya publicaré en otro momento.
Todos los escritores que se quejan de sus adaptaciones deberían ponerse en el puesto de guionistas y pasar el trago que pasa aquí el propio y el pobre Döblin y sus colaboradores, incapaces de dejar absolutamente nada de la vitalidad y la modernidad de su obra literaria en una película rancia y descascarillada que tiene como único atractivo no tener nada de recreación, ya que fotografía el Berlin de la novela, aunque sólo sea por ser ambas contemporáneas.
Es que la diferencia de medios es mucha diferencia. Y una novela y una película son dos cosas tremendamente distintas.
Será porque la modernidad literaria eclosionó en esa primera mitad del siglo y al cine aún le quedara camino por recorrer, a pesar de las obras sorprendentes y adelantadas a su tiempo que surgieron durante el mudo pero que no fueron debidamente interiorizadas todavía por el común de los directores. Pero ni aún así se puede perdonar una adaptación tan pobre. Se me ocurre que el pobre Fritz Lang, al que le eran cercanos muchos de sus temas, con una película algo más larga podría haber hecho maravillas. Jutzi, cineasta del que Fassbinder también rehizo en "Mama Kusters", una de sus viejas películas.
Miércoles que viene:último programa doble del verano.
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