miércoles, 15 de febrero de 2017

TRISTAN E ISOLDA de Richard Wagner


Inevitablemente se acerca uno al descubrimiento de todas las óperas del inmenso Richard Wagner, del que hace dos días se celebraba la efeméride de su muerte. Aunque todo esto sólo es empezar.

Wagner no me parece el mejor músico salvo que uno ame la ligazón o fusión entre texto y música y ahí poquísimo rival tiene.

"Tristan e Isolda" no es la obra que más me ha impresionado pero me parece la más valiente y arriesgada. La más bella obra de amor de todos los tiempos.

Wagner muchas veces se movía en libretos presididos por dos personajes en escena y aquí lo extrema al máximo. El acto I, un mano a mano en el barco entre Isolda y su doncella Brangäne, un personaje secundario brillante, no da ni la más mínima idea del tour de force que se avecina en el acto II.

Ahí Tristan e Isolda se cantan su amor en la noche eterna en casi sesenta minutos de reloj sin interrupción en una zambullida musical en la piscina sin precedentes. Sólo tenuemente comparable a cómo Haendel haendeliza el aire que respiramos. Pero tenuemente comparable, sólo tenuemente.

En el acto III Tristan agoniza durante otra hora larga. Cada uno de los dos protagonistas se ventila dos actos seguiditos, dramáticamente muy estáticos, sin a penas acción, en la que me imagino es una de las óperas más difíciles de representar para un intérprete. Ya se especuló en su día que el tenor que la estrenó en Munich en 1865, el señor Ludwig Schnorr Von Carosfeld, había muerto tras cuatro representaciones víctima del estrés, para desesperación  de su señora Malvina, a la sazón la Isolda de aquel debut.

La música responde a aquello que llaman "melodía infinita", inmejorable descripción, avanzada a su tiempo, insólita. No en vano Wagner había abandonado la composición del nibelungo para entregarse a este drama amoroso en plena pasión por la señora Mathilde Wesendonck, que extrañada cuando Wagner se alejó de ella proclamaría la celebérrima frase "Isolda soy yo".

Ópera o drama musical larguísimo, excesivo, único en la historia (ni si quiera asmilable a otras de Wagner que conozco), revolucionario, intenso, la obra por excelencia de la pasión amorosa, la que ha dejado un legado imborrable que nos ha regalado obras como el "Vertigo" de Bernard Herrmann, impensable sin esta obra.

De imprescindible conocimiento para todo fanático de este mundo, aunque admito que de inevitable aborrecimiento para algunos dado lo extremado de la propuesta. A mí me ha tenido sorprendidísimo por su admirable y apasionante radicalidad.

Vista en montaje de Bayreuth de realización fechada en 1983






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