jueves, 21 de julio de 2022

BUFFALO BILL (1944)


Dura solo 90 minutos esta película en la que Wellman es capaz de estructurar:una parte épica (el western propiamente dicho), un reverso político y un final fantasmagórico donde aparece el tema de la leyenda. La parte épica a mi se me hace un poco larga o no acabo de sentirme a gusto en ella, con esa confrontación con un jovencísimo Anthony Quinn y con esa química que no me acaba de llegar entre Joel McCrea y la Maureen O'Hara a medio camino entre el verde valle y el hombre tranquilo. Aún así yo creo que esa parte existe para que se filmen salvajes y bellísimas cabalgadas por el río de salpicón violento a la cámara o un duelo a través del río en un brillante y memorable travelling lateral.


La parte política ya había nacido con la película y se explicita en ella, al llegar a Washington, un duro discurso crítico con la cuestión india, que curiosamente ya había aparecido en "Murieron las botas puestas", ambas con el concurso del guionista Aeneas McKenzie (y el concurso de un Quinn indio). Es una pena que no haya habido más interés por seguir estos rastros en el cine USA y que siempre se haya repetido sin matices que el western USA era una justificación sin más genocidio indio, sin dar cuenta de esos curiosos apuntes críticos, sin investigar de dónde y de quienes venían, que no se le prestara atención hasta el western más evidente de un "La puerta del diablo" o un "Flecha rota" o uno más ecologista de megáfono en mano, que artísticamente, y los tiempos no han cambiado nada, suele ser lo único que nos interesa.

Y finalmente, y aunque parecía que no daba para tanto hay espacio para un Buffalo Bill mítico y crepuscular en espectáculos circenses, en una fantasmagoría colorista que lo convierte casi en un Lola Montès del Oeste, en una de las últimas escenas podría estar en un circo de Barcelona perfectamente, atendiendo a las crónicas del personaje, todo en una de las películas clásicas que yo haya visto donde se condensa más en menos.

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