La conclusión de esta "Trilogía de la vida" deja tres películas con un carácter tan propio que parece injusto hablar de trilogía. Apuntaba anteriormente que parece que cada película asimila la cultura de la obra que adapta hasta hacerse una película mediterránea, inglesa o árabe, y esta tercera entrega lo confirma.
Pasolini, como no podía ser de otra manera, borra de un plumazo el imaginario occidental y hollywoodiense sobre "Las mil y una noches" y funde su cámara con localizaciones auténticas hasta hacer parecer que es un cineasta que ha nacido y vivido siempre allí donde filma.
La película toca el cielo cuando filma a lugares, rostros y cuerpos característicos del lugar y queda algo más disfrazada cuando Ninetto Davoli se pasea disfrazado por escena.Cuerpos característicos o integrantes de un imaginario europeo alternativo, porque Franco Merli o Ines Pellegrini son italianos de hecho, en todo caso con un renovado poder de fascinación, por cómo se relacionan en los lugares cautivadores en los que se relacionan, encuadrados en las composiciones visuales mágicas en las que se relacionan.
La historias circulan a veces de forma demasiado arisca, lamentándose inevitablemente que acaben o se les pierda la pista cuando no apetece perderla, y eso va en demérito de una película radical pero que podría haber sido quizás más gigantesca con un cierto orden y concierto.
En todo caso no le debe nada a sus compañeras, permanece, al igual que sus compañeras en un posición de genio, de viaje y aventura inigualable. De experiencia cinematográfica y vital que nunca se va a volver a repetir porque nunca más van a volver a darse esas condiciones. Patrimonio nuestro estas tres películas de viajes, de aventuras. Pier Paolo Pasolini, como Andrei Tarkovski o como Chris Marker, también trabajó así, a su manera, en la ensoñación y la recreación de otros mundos, hablando del suyo y del nuestro, algo que siempre se ha vendido como incompatible con el llamado cine de autor.
Me encantaría leer las mil y una noches, por eso aún no he visto el filme, es algo que anhelo mucho, espero comprar esos tomos completos y luego ver la película, ver que ha tomado de las letras Pasolini, un cineasta muy inclasificable, con películas distintas e interesantes. Un abrazo.
ResponderEliminarPor lo menos habrá unos novecientos y pico cuentos que Pasolini no ha tomado, jajaja...pero en serio, es una buena idea lo de leer primero los tomos y empaparse de esa cultura que Pasolini luego hace suya.
ResponderEliminarUn abrazo
Sergio
Tienes razón, lo he pensado antes, incluso una vez me dijeron lo mismo por un cuento corto de Fitzgerald y que fue Benjamin Buttom, no vi la película, me dijeron lee el cuento ya en un ratito, aún no lo hago, pero hay algunas licencias que me tomo, sino que la experiencia de leer primero y luego ver la adaptación es única, en cambio al revés no lo siento igual en absoluto, ya tienes la idea general resuelta. Pero puede que la vea antes, quizás Pasolini solo ha tomado algunos cuentos y no algo general de todo mezclando, sino que conociéndolo como autor seguro ha trasgredido reglas y quisiera comparar. Un abrazo.
ResponderEliminarSergio! Te has contagiado de la ola de puritanismo visual que asola al cine actual? Sólo sacas gente vestida en las fotos!
ResponderEliminarPor cierto, que hoy sería impensable que Pasolini pudiera rodar estas cosas en Yemen o en Irán (o en Etipía). Según el IMDB, el rodaje duró tres meses, pero viéndola yo le había echado seis o siete, más otros tantos de localizaciones. Y habla de un montsje de 155 minutos, lo que tal vez explique el carácter abrupto del montaje en algunas partes, aunque a Pasolini no se le puede acusar de ser un fanático de la pluidez narrativa. Es más, si no tuviera un guión, da la impresión de que permitiría que los planos de sus personajes duraran horas.
Lo que es genial aquí es la mezcla de documental etnográfico e invención: hay rituales que está claro que se encuentra en su periplo y los filma, y hay otras cosas que se debe de inventar de cabo a rabo (como la macrocorona esa que sacas).