martes, 24 de agosto de 2021

LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO

 En plena época del desencanto y del western crepuscular, Bronston y Mann se sacaron de la manga el incio y final de algo que podríamos llamar propiamente también peplum crepuscular. Una obra, una ópera lánguida que comienza en un oscuro y nevado emplazamiento militar a las orillas del Danubio, donde al amanecer Alec Guiness y James Mason tienen un fantástico diálogo. Toda la primera parte transcurre bajo mínimos y los excesos palaciegos se reservan para una segunda parte que concluye en una delirante y moribunda celebración carnavalesca.


Asuntos curiosos derivados de verla poco después que "El Cid", además de la amplia coincidencia del staff técnico:

-La banda sonora vuelve a tener un papel fundamental. Inmenso trabajo de Dimitri Tiomkin, asimilable en intensidad al de Miklos Rozsa, con un tema de amor fastuoso que no sé hasta qué punto estuvo influido por las composiciones de Alex North en el género. Pero con una arrolladora personalidad y algunos acordes wagnerianos que inciden muy bien en ese ambiente decadente de "caída de los dioses", y no solo porque algunos personajes juren por Wotan.

-La asombrosa coincidencia del tema que tratan ambas películas. El derrumbe de cualquier civilización que se pretenda culturalmente pura, la necesidad de convivir y la locura y la sinrazón a la que lleva el fundamentalismo étnico. Es algo que se lo atribuiría al guionista Philip Yordan pero parece ser que hay ciertas dudas sobre la autoría de no pocos de sus guiones, entre ellos el de "El Cid".

Los más débil de la películas sin embargo me parece que como el (pe)plúmbeo "Ben-Hur" resulta la presencia de Stephen Boyd, que me parece poquísimo actor, no sé qué le veían, y a dios gracias no tuvo el papel de Richard Burton en mi peli favorita de romanos que es "Cleopatra", porque me la habría estropeado. Sophia Loren, con perdón, del mito, tampoco es que me maraville:demasiado personaje para las prestaciones que exhibe.

Y la pieza es más que estimable, no a la altura de "Cleopatra" y "Espartaco" pero para nada muestra de ninguna supuesta decadencia de un Mann que se muestra nuevamente inquieto y de un ojo privilegiado para componer esta bella e insólita película en las coordenadas de su género.



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