miércoles, 12 de abril de 2023

LOS FABELMAN

 Los mejores momentos de "Los Fabelman" (Steven Spielberg, 2022) son aquellos en los que la pantalla devuelve a la mirada del protagonista la revelación de una verdad, un conocimiento de si mismo y de la vida que nada entre lo doloroso y lo catártico, porque le abre a la larga puertas para crecer. No me refiero tanto a la epifanía inicial viendo "El mayor espectáculo del mundo" (título significativo) como a la revelación personal que le suponen las películas caseras. Esta relación con la imagen, con el cine como arte de resucitar, de conjurar fantasmas, más allá del formato pulido y acabado de un film comercial, me remite inmediatamente a dos películas que admiro profundamente:"Vida en sombras", la insólita película película barcelonesa de Lorenzo Llobet de 1948, que siempre he creído que enloquecería a la generación de los moteros tranquilos y toros salvajes, y el "Blow out" de Brian De Palma. En ambas películas caseras o retazos de imagen y sonido provocan catarsis en los personajes y en la acción a la manera que sucede también en esta obra de Spielberg.

Por otra parte la película se enmarca en la tendencia de los últimos años de los directores veteranos a relatar de manera más directa, clara o velada su infancia y primera juventud, en el vestíbulo del cine leo que al parecer Sam Mendes hace lo propio en "Empire of light", ya coinciden a pares.En ese sentido el director firma el guion junto a su ahora mismo estrecho colaborador y guionista de confianza Tony Kushner, por lo que he leído siempre parece ceñido a la biografía de Spielberg, aunque desconozco qué grado de licencias y desvíos de lo sucedido se ha permitido o dejado de permitirse y reconozco que no me ha motivado investigarlo con detalle.
¿Veredicto?, no sé, es un film un tanto desconcertante. Porque por un lado creo vehementemente que Spielberg vuelve a estar, una vez más, en un momento dulce de forma y de dominio y que su ejecución del material que tiene entre manos me parece irreprochable y decisiva. Otra cosa es lo que tiene entre manos, creo honestamente, que más aún que en el "Armageddon time" de James Gray, que al menos tenía un contexto y aquí el contexto está fulminado, lo que cuenta tiene un interés muy limitado. Ni la historia vocacional es tan fascinante, salvo las ideas apuntadas anteriormente, ni la crisis familiar es tan impactante o emotiva (de hecho el famoso divorcio que ha recorrido su filmografía llega casi al final del metraje), ni sabe muy bien uno el por qué los personajes masculinos del padre y el mejor amigo que interpretan Paul Dano y Seth Rogen tienen tan poca entidad dramática, la realidad es que ninguna hasta lo ruborizante, o por qué la película acaba tan abruptamente con un episodio que ya conoce toda la cinefilia digital de estos tiempos y que supongo que habrá querido dar a conocer al resto de la población mundial.
Lo que más me ha divertido en el terreno de lo dramático es el personaje de la primera novia, esa fanática ultracatólica que interpreta Chloe East le da varias lecciones de vida y de diversión a nuestro timorato futuro director (imagínense, una ultracatólica), y teniendo en cuenta que el personaje de la madre que interpreta Michelle Williams si bien no es tan nulo como sus partenarires masculinos resulta de una inestabilidad pesadota, que en la película están extirpados todo sentimiento autenticidad, de vitalidad, de carnalidad, de credibilidad ("no hemos llegado tan lejos como te imaginas" ¿de verdad hacia falta?), que la película parece la vida de Spielberg contada a un niño con el que hay que tener cuidado qué se le cuenta...pues no sé...
Pues eso, que viendo en las últimas escenas al actor Gabriel La Belle, que se parece pasmosamente tanto al Spielberg joven como el Antonio Banderas de "Dolor y gloria" a Almodóvar, el balance final es que jamás la casi más absoluta NADA se envolvió tan bien con maneras magistrales de escuela de Cine y de grandísimo narrador. Solo el trabajo de Spielberg permite que se puedan ver bastante bien 150 minutos, que ya hay que ser pagado de si mismo para darle esa duración a la historia de tu poco interesante vida. En manos de otro director este guion, que el pelota de Tony Kushner le animó a que escribieran, habría sido una experiencia aberrante, aquí se ve con agrado pero yo no consigo ver más.



1 comentario:

  1. Siempre he tenido un problema (si lo queremos llamar así) con el cine de Steven Spielberg. Sus películas pueden gustarme, entretenerme e incluso, por momentos, deslumbrarme por su brillantez formal (en ocasiones algo relamida), pero nunca han conseguido emocionarme por la sencilla razón de que las considero perfectos facsímiles; ejercicios brillantes de un alumno atento y aventajado que supo -desde su voraz cinefilia- absorber provechosamente las lecciones narrativas de los grandes maestros que ha ido aplicando a lo largo de su filmografía. Ahí reside su talento, o así lo veo. Ah, dicho lo cual, tengo que referirme a una gloriosa excepción considerada por el que suscribe como su mejor trabajo: la impresionante e inmisericorde MUNICH (2005).
    En cuanto al título que nos ocupa, LOS FABELMAN, me parece un ejercicio cargante y reiterativo y por ello de estructura algo desequilibrada. Es lo que tienen algunas películas “autobiográficas”. En ésta se manifiesta por un acusado ombliguismo y de ahí la escasa capacidad de síntesis narrativa que exhibe. Eso sí, me encantó, imagino que como a la mayoría de cinéfilos de la vieja guardia que hayan visto la película, la última secuencia (en efecto, se trata de una anécdota muy conocida) con ese parco y expeditivo John Ford dando una lección rotunda al fascinado neófito.

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