Final.
Hace casi cuatro años vi en el Kinépolis de Madrid "El árbol de la vida" en V.O. Creí que la había visto, pero me equivoqué. Esa tarde-noche fui a tener una opinión como cinéfilo, fui a escribir una crítica, a hacer una evaluación de calidad, lo que se conoce como una DAFO. Precisamente eso es lo que hice, escribir una crítica enumerando fortalezas y debilidades (¿amenazas y oportunidades?) y así vi la película. "Esto muy bien", "ay no, esto no", "ahora mejor", "no, ahora no". ¿Por qué hice eso?. El mal de la cinefilia. La tarde anterior, en el aeropuerto de El Prat y así muchas otras tardes estuve leyendo el especial "El árbol de la vida" de Cahiers du cinéma y muchas otras críticas, con sus posicionamientos a favor y en contra. Así la película acabó presentándose como unas semifinales de la Champions en la que acabas dirimiendo si el Real Madrid debería jugar o no con un doble pivote y zarandajas por el estilo.
No estoy insinuando que con la disposición correcta la película de Terrence Malick deba gustar por fuerza, en absoluto, algún ejemplo conozco de quien no tiene la disposición que he descrito y la ha considerado horripilante, es un vulgar ejemplo y simplemente estoy narrando cómo no debe verse ni ésta ni ninguna película. No es que haya visto la luz gracias a este film. Es la culminación de un largo proceso de desencanto, no con el cine, nada más lejos, sino con la pose cinéfila.
Cuatro años más tarde he vuelto a ver una película que ya hace tiempo salió del debate cinéfilo más candente. Y desechada esta evaluación de fortalezas y debilidades, me ha parecido total y absolutamente deslumbrante, una de las obras cumbres de nuestro siglo y del cine.
La primera parte en clave de versos libres me ha vuelto a parecer admirable y la segunda parte, más narrativa, un cambio de tono bien organizado.
¿El sentido?, ¿el mensaje?, también han desaparecido las susceptibilidades. La película es una especie de compendio epidérmico y psicológico de todas las emociones a lo largo de una vida. La cámara es capaz de ver la belleza en todo, en los rayos de luz, en el agua...en el aprendizaje, en los celos, en el dolor, en las expectativas mal conducidas, en cientos de momentos auténticos, certeros y creíbles...¿La playa del perdón?, la tan ridiculizada en su momento playa del perdón, el momento de la madurez de reconciliarse y perdonar lo sucedido. La difícil herencia, la difícil transmisión entre generaciones. El amor como motor de la vida, una idea sencilla, de cariz religioso aquí pero inmensamente poética. (El personaje de Sean Penn está en crisis con su esposa, no median ni una palabra, Woody Allen se lo habría hecho explicar largo y tendido. Nada se explica aquí largo y tendido).
Podría detenerme en largas, pomposas e inútiles divagaciones, pero no es a eso a lo que vengo. Vivimos momentos complicados para el arte y la cultura. Una parte de la población, la que llaman el mercado, vive hostil y ajena a la belleza (la belleza es aburrida), y un reducto fundamentalista, lo que llaman crítica, se dedica a argumentar que los seres humanos aprecian demasiada belleza en demasiados lugares. Ha sido un aprendizaje, pero he dedicado mucho tiempo a argumentar dónde está el fallo, por qué no hay belleza en tantos lugares. Seguramente ha sido por años dedicados con demasiado ahínco al cine, como forma puramente visual, siguindo el dogma francés y como forma que devora a otras formas.
Ya hace mucho que leo más novelas que películas veo. Y ya comienza a hacer mucho que creo estar librándome del mal de la cinefilia. No más dafos. Tras cinco cursos "El amor después del mediodía" se despide hoy de ustedes como lo han conocido. Muchísimas gracias por su atención y por todo lo que he aprendido estos años, a través de los comentarios aquí y en blogs ajenos y a través del tiempo que estuve compartiendo las entradas vía facebook.
Durante el verano tendrán una pequeña prórroga, un programa doble cada miércoles, y de tanto en tanto setas no cinéfilas. A finales de agosto un post explicará cuándo y de qué temas hablaremos, y en septiembre la sexta temporada de "El amor después del mediodía" volverá dedicada a las películas, a los libros, a la pintura y a la música, a otras formas de arte y de belleza. Quien mucho abarca, poco aprieta, pero precisamente, ¿quién quiere apretar?.
Que tengan un hermosísimo verano y hasta muy pronto.
Entiendo que pueda irritar, pero a mí me arrolló, y eso que no comparto demasiado el punto de vista existencial de Malick. Pero me parece una película auténtica. Pretenciosa, sí, pero esa pretenciosidad la aborda desde la entraña, sin imposturas a mi entender, con sentimiento y con una exposición hermosa, rotunda y honesta. Hay calidez y emociones en ella y en sus personajes, que viven y respiran. No la he vuelto a ver, aunque perdura indemne en mi recuerdo.
ResponderEliminarBuen verano y esperaremos con interés esa sexta temporada.
Muchas gracias. La película lejos de haberse derrumbado en una segunda visión apunta a todas esas cualidades que dibujas. O a ellas he llegado yo en mi itinerario personal como espectador.
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