Era impensable que Javier Camarena no bisara en el MET "Ah! mes amis", habiendo bisado en todas las funciones neoyorkinas no iba a dejar de hacerlo el día en que todo el planeta está escuchando. También es obvio que los bises de Camarena ya son algo más que un reconocimiento a un aria determinada y mucho menos un golpe de inspiración. Si se han vuelto casi rutinarios es porque tienen mucho de operación de imagen (si bisó en Madrid y Barcelona no iba a ser Nueva York menos, es más, en el MET bisará todos los días) y también son un reconocimiento a una de esas fusiones afortunadas entre actor y personaje, Camarena será siempre Tonio, Tonio será siempre Camarena.
Me arriesgo a decir que cuando Georges Henri Vernoy de Saint-Georges y Jean-François Bayard estrenan su libreto el 11 de febrero de 1840 en la ópera cómica de París no podían soñar con un Tonio tan perfecto, el asustadizo tirolés que por amor a Marie se pone el mundo por montera, se alista en el ejército francés y pasa de niño a adulto haciendo saltar todos los límites de la verosimilitud, como solo podrían saltar en una comedia de Preston Sturges protagonizada por un Jerry Lewis, el único Tonio que podría imaginar en un cine.
Se podrán encontrar tenores mejores quizás pero lo que ha puesto al Metropolitan en pie y en el bolsillo del tenor mexicano es el animal escénico, otra vez el Arte Total más allá de la audición del aria y sin menoscabo de la misma, ya que es una precisosa explosión de la alegría de estar enamorado digna de un Singin' in the rain.
La producción de Laurent Pelly que lleva ya más de una década dando vueltas por el mundo luce de forma brillante en esta eufórica comedia romántica sin demasiada música en comparación a otras óperas, mucho diálogo, alegría de vivir y un público entregado a la liberadora carcajada.
Junto a Camarena la extraordinaria soprano sudafricana Pretty Yende, con solo 33 años y otro animal escénico, muy física, muy enérgica, de una vitalidad desbordante, cómica, que podría haber bisado perfectamente también dos o tres de sus piezas (Il faut partir le ha salido escalofriante), una actriz estupenda más allá o además de sus cualidades vocales, con mucho por delante y sin necesidad de pasearse en cada producción en lencería como eran dados a presentar a Anna Netrebko durante la década pasada. Creo que los tiempos en la ópera también han cambiado y el MET ya no está para ese tipo de maniobras.
Hay que citar por supuesto también a Maurizio Muraro, a Stephanie Blyhe, al director Enrique Mazzola, que ya ha abierto la euforia del teatro solo con la ouverture, y no se me olvida el cameo maravilloso de Kathleen Turner en el rol no cantado de la obra que por ejemplo en el Liceu hizo Bibiana Fernández y en Real Ángela Molina. Kathleen Turner con su voz aguardentosa, con 64 años, está divertidísima y también ha puesto el teatro a sus pies.
Puede que Le fille du régiment no entre en las antologías musicales de la ópera como una de sus obras musicalmente mayúsculas pero la conjunción de la felicidad que transmite y los astros que la han llevado a buen puerto a buen seguro ha convertido la función en una que el público guardará (guardaremos) en el corazón por mucho, muchísimo tiempo.
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