lunes, 11 de marzo de 2019

LA MAISON DES BOIS

Lo primero que sorprende a la hora de intentar desentrañar mínimamente el misterio de la milagrosa "La maison des bois" (Maurice Pialat, 1971) es la dificultad para determinar con exactitud su origen literario. Parece ser que el capo de Antenne 2, entusiasmado con "L'enfance nue", le propone a Pialat el guion del prestigioso René Wheeler (del que existe una novela homónima firmada junto a una tal Maria Benedicto). Arlette Langmann, la colaboradora y pareja de Pialat lo reescribirá con 14 días de antelación al rodaje de cada capítulo, no gustando en principio a los inversores, pero la insistencia de Antenne 2 consigue que se encuentren nuevos inversores, todo en medio de la tumultuosa relación entre Pialat y su guionista(algo así he conseguido descifrar en mi precario francés). 

Y es que a pesar de tan accidentado origen, pocas veces he visto funcionar a una película, en el mejor y más excelso sentido de la expresión como una "novela filmada". Nacer, crecer y morir con la espléndida solidez del trabajo concienzudo y minucioso de un autor, con esa sabiduría que hay que tener para agigantar una historia entre escenas aparentemente intrascendentes y clímax culminantes. Además de los temáticos que obviamente se encuentran en la opera prima de Pialat, no encuentro mayores antecedentes cinematográficos en esta sobrecogedora obra que la insólita capacidad para filmar la infilmable respiración de algo que tiene que ver con lo literario, insisto, en el más bello sentido del término (aunque parezca un insulto a los exégetas del celuloide químicamente puro), y cuando paradójicamente no se trata de ninguna obra literaria de referencia. 

Puesto en escena totalmente fuera del cine de 1971 y fuera de cualquier otro cine que tuviese que venir por un Pialat con su inigualable pluma "camarográfica". Una obra que parece más algo que hemos soñado, incluso vivido y se ha acabado perdiendo en el río de la conciencia que un objeto fílmico clasificable que podamos atrapar.



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