Durante años pocas películas me habían causado tanto desinterés, aburrimiento, risa, asco y desprecio como "El exorcista". La culpa la tenía esa insufrible lacra llamada doblaje que padecemos en España. Les explico cómo funciona esto.
William Friedkin le hace pruebas a Linda Blair para que hable como Satanás, pero no lo consigue. Le da vueltas al asunto y va a llamar a las puertas de Mercedes McCambridge, que se pone a dieta de tabaco y alcohol y lo que es más importante, se pone a las órdenes de William Friedkin, que es el director de la película y el que sabe lo que quiere. Friedkin alucina con el trabajo de Mercedes, aunque aún le añade un efecto por aquí y uno por allá. ¿Parece costoso, verdad?. No, en España alguien decide que es más listo que Friedkin y que tiene una alternativa que mejora ese duro trabajo.
Hace pocos meses, gracias a la televisión digital (maravilloso invento que nos libra de la lacra), una noche en la que estaba agotado, estuve entreviendo ojiplático "El exorcista" en v.o.s y me pareció otra película, una vez ya no me fue necesario pensar en la voz española de la niña y pude centrarme en el film. Entonces decidí darle en el futuro un pase entero.
En mi refugio veraniego he encontrado por sorpresa una copia de la película y me ha parecido contemplados sus 127 minutos, magistral, redonda, soberbia. De pe a pa, desde su prólogo en Irak ya hay una magnífica tensión conseguida, un clima malsano y herido en una película donde de hecho no pasa ninguna sacudida seria hasta los 40 minutos de metraje, para desesperación de quien decida ir a ver únicamente movida, pero donde hasta entonces me tiene con la boca abierta.
"El exorcista" se basa en una novela de William Peter Blatty, que a la vez se basa en un artículo periodístico publicado en 1949 sobre un caso real de exorcismo practicado a un niño de 14 años, de escalofriantes similitudes con lo que vemos en la película.
Difícilmente puedo hablar en este caso de mi querido terror "interior", la diáfana presencia de un mal externo a los personajes es indiscutible, pero ese mal externo por sí sólo no funcionaría. La película, sin pretender sugerir que el exorcismo sea un asunto menor (porque además está resuelto con brillantez y mucho talento), me atrapa-porque ese retablo es apasionante- por su actriz confundida sentimentalmente, por la niña que está entrando en la adolescencia (¿y a qué padre de adolescente no le ha precido que su retoño sufría cambios parecidos a los de Regan?), me atrae por su cura joven atormentado de formación psiquiátrica que no cree en exorcismos, por su cura mayor con una cuenta pendiente, por la ciencia médica desorientada, perdida ante la conducta de la niña, que receta medicamentos sin control y realiza pruebas crueles, por su policia cinéfilo y bromista al que interpreta un maravilloso Lee J.Cobb al que no recordaba en esta película...¿A que no recordaban con claridad que hubiera nada de eso en "El exorcista"?.
Friedkin sabe plasmar todo eso con un temple admirable, emocionante, la película tiene una luz otoñal preciosa, la tensión está genialmente dosificada y el verdadero escalofrío te lo regalan unos personajes que viven en una sociedad tenebrosa y por descubrir de convulsiones ya sedimentadas y nada asimiladas que sólo pueden verse reflejadas en el rodaje de la película en la que Ellen Burstyn personaje/actriz interpreta a una profesora contestaria, cuando en ese momento post-Nixon con Vietnam casi perdido, la contestación podría escribir en carne viva el terrorífico "help me" que parecen entonar todos los personajes de la película.
A sus pies. Obra maestra.