La segunda película de Andrei Tarkovski tras el éxito internacional de "La infancia de Ivan" nació con polémica y leyenda, siendo el punto de partida de las dificilísimas relaciones del director con los gobernantes soviéticos. El guión fue autorizado pero se pusieron todo tipo de trabas a su pase en el festival de Cannes, que finalmente fue de madrugada el último día (imaginen a los críticos de los más importantes periódicos de nuestro país viendo la película de Tarkovski el último día de madrugada), lo que no le impidó ganar precisamente el premio de la crítica.
Antes había trabajado durante dos años en el guión con Andrei Konchalovsky (futuro director de "Tango y Cash"...¡bien!). Siempre ha sido una de las películas suyas comentadas con más alborozo y entusiasmo, con un cierto marchamo de ser de las más accesibles, o la más. Lo cierto es que yo, que soy casi siempre ferviente admirador de la obra del director, siempre me había dado de bruces con ella, siendo incapaz de acabarla cuando había visto las demás sin pestañear.
Obligado finalmente a verme las tres horas en las dos tacadas que marca la propia película, estamos sin duda ante una bella e intensa obra, que cuenta no sé si la vida o más bien los tiempos del pintor de iconos ruso del siglo XV. Es obvio que como muy bien dicen todas las crónicas no se trata de un biopic hollywoodiense al uso de la vida de un artista, pero sí que le veo yo algo enunciativo que para mí la mantiene por debajo del sublime crescendo creativo que experimentaría la obra del director en los siguientes años.
De la misma forma que Tarkovski rechazó los ropajes de la ciencia-ficción e intento distanciarse en sus declaraciones de la etiqueta cuando hizo "Solaris" y "Stalker", aquí, como en "El séptimo sello" para Ingmar Bergman, no deja de beneficiarse de la respetabilidad de lo que podría llamarse un "cine histórico". Casi todo lo que suele decirse respecto a esta obra sobre el artista y la humanidad, sobre la violencia, la crueldad y la redención a través del trabajo artístico y la belleza está en la obra, si bien no de una forma narrativamente cómoda, si de una forma complacida para que el público al que va algo teledirigida pueda hablar de ella y lo que significa complacido.
Precisamente lo que más me gusta de la película es todo aquello que tiene de misterioso, de poético, de inconcreto, de blanco y negro, el agua, el viento y los cuerpos (la por entonces esposa de Tarkovski parece sacada de "Seconds", en una escena verdaderamente brillante), la fuga final en color, todo aquello que anticipa la libertad y la poesía que iban a poseer la obra de Tarkovski en los siguientes veinte años. Las enunciaciones sobre el artista, sus responsabilidades y su tiempo se las dejamos a los profesores de instituto que la recomienden fervientemente. Lo merece, aunque no me gusta todo lo que tiene de respetable, porque las otras no son menos en absoluto. Todo lo contrario.
También me parece de las mejores suyas y también por las razones menos solemnes, porque su fisicidad me gusta.
ResponderEliminarA mi no llega a fascinarme, pero estoy más cerca de esas razones, sin duda.
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