viernes, 6 de noviembre de 2015

UNA PALOMA SE POSÓ EN UNA RAMA A REFLEXIONAR SOBRE LA EXISTENCIA

No recordaba en absoluto qué opinaba sobre la anterior película de Roy Andersson (¿ven? para eso sirve un blog) y me topo con la sorpresa de que mi opinión era bastante peor de lo que recordaba. Bien es cierto que tampoco desde el año 2012 he sentido el impulso de conocer el resto de su obra.

Su nueva obra de larguísimo título creo que me gusta más, o en todo caso me hace ahondar en aquello que ya admiré entonces:la increíble creatividad y maestría de una puesta en escena basada en planos fijos y lugares insólitos (verdaderas fealdades de extrarradio desprejuicida, desvergonzada y florecientemente poetizadas) que no dejan de sorprenderte escena a escena aunque sea ya una estética trillada por el cineasta. Personajes estrafalarios, con ese blanquecino maquillaje, suave y nada subrayada melancolía...

La película me parece, por lo que leo de lo escrito entonces, más divertida que la anterior (o mi humor ha mejorado) y posiblemente me deje mejor huella y mayor memoria, sí que puede que acuse que este crack de los spots publicitarios flojea algo en el último tercio de un largo y vuelve uno por eso a sospechar del riesgo de que ese último tercio haga que a la próxima tenga que ir buscando esta entrada para ver qué pensaba de este León de Oro de Venecia del año 2014. Pero ná...

Creo que no soy megafan de este hombre pero nunca dejaría de recomendar su indudable talento.







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