Llega un determinado momento en que John Ford aburre. Ves "Misión de audaces" y vuelve a ser, como tantas otras suyas, la mejor película de la historia del cine. Una obra de un lirismo y una épica sublimes y bien interrrelacionados entre ellos. Además una obra sobre los amargos desastres de la guerra que no tienen nada que celebrar.
Entonces se te va el pensamiento a los asuntos más peregrinos y piensas en la relación de Ford con el teatro isabelino. Y empiezas a hacer la lista de referencias, el pseudónimo que Sean se puso para dirigir cine (el dramaturgo John Ford), la escena de Shakespeare de "My darling Clementine", la cita aquí a Ricardo II, que el personaje que hace Wayne se llame coronel Marlowe. Y piensas que seguirás ese rastro en más ocasiones.
Además piensas que Jarmusch por "Only lovers left alive" y el tuerto te han dado ganas de leer a Marlowe.
Y bueno, al final se oye el tema musical "Ethan returns" de Max Steiner para "Centauros del desierto", y vas hilando asombrado y emocionado esa inmensa comedia humana que trazó el tan bien llamado Shakespeare del cine. ¿Tantos interrogantes de "The searchers" tienen por fin respuesta?. No me había fijado hasta ahora.
Y piensas en la última mirada de Constance Towers, tan hermosa con el pelo corto, y la última e inesperada mirada de William Holden.
Es verdad. Esto es el cine. Se podía acabar ya perfectamente (licencia poética, no se me enfaden ni rasguen sus hermosas vestiduras).
Esto es el cine.
¿Se levantarían en su día a aplaudir tras la escena en la barra del bar?.
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