Deslumbrante obra maestra de John Ford, hecha en su periodo más creativo, a ver déjenme echar cuentas, el que va de 1917 a 1966. De verdad, hay que verla para creerla, emocionante (siendo uno de los westerns con menos acción que me he visto en mi vida), trágica, compleja,violenta, emotiva, romántica, ambigua, crítica, incluso divertida con bastante control de la chusquería marca de la casa y con algunos de los diálogos más francamente divertidos que le recuerdo.
Lo tiene absolutamente todo y es injustamente recordada por la prodigiosa confesión en el río, cuando tiene ¿10, 20, 30? momentos igual de asombrosos..Si mañana desaparecieran sus obras canónicas, si mañana nos despertáramos sin haber sabido nunca de la existencia de los centauros, de liberty valance, de diligencias u hombres tranquilos, sería suficiente la existencia de una obra así como credencial de un cineasta de esta inmensidad, reinando en la cumbre.
Una oración fúnebre por los recuerdos, por los muertos, por el pasado irrecuperable. Y una película que no tiene nada que ver con nuestro tiempo pero resulta más conmovedora y con mucho mayor significado que nada que se pueda contar teóricamente más cercano a nuestra sensibilidad. Solo cómo coge Richard Widmark la mano de Shirley Jones la primera vez que lo hace ya es una explicación de qué es el amor y qué es el Cine. Sólo un detalle tan nimio.
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